martes, 24 de mayo de 2011

¿Qué está pasando exactamente en nuestro país?

Hace una semana y dos días, es decir, el 15 de Mayo, la plataforma "Democracia Real YA" convocó un seguido de manifestaciones en diferentes puntos de España reclamando una mejora del sistema político español, actualmente plagado de personalidades corruptas, con un sistema totalmente bipartidista y dominados por la banca, principalmente. La manifestación se convocó por medio de las diferentes redes sociales existentes y, aunque entre la gente que está familiarizada con estos medios la noticia fue conocida (mi caso es un claro ejemplo: a parte de enterarme, más de dos amigos contactaron conmigo para ir), en la mayoría de medios no fue nombrada y el día de la celebración de ésta, se comentó como algo anecdótico, si es que se llegó a comentar.
Pero algo sucedió después de la manifestación. Un grupo de unas 40 personas decidieron, después de la manifestación en Madrid, quedarse a dormir en la Puerta del Sol como medida para continuar protestando. ¿Salió en algún medio? No.
Poco después, un grupo de personas (se habla de unas 20), decidió seguir el el ejemplo de Madrid, pero este caso en Barcelona. Recuerdo estar duchándome el martes por la mañana y oír en una radio catalana que un grupo de jóvenes parecía haber acampado en la Plaça Catalunya a raíz de la manifestación del 15 de Mayo. Una vez más, se secundó el silencio en los medios y, si en algún caso se mencionaba, representaba una acción anecdótica llevada a cabo por los mismos
hippies y perroflautas de siempre.
La cosa me empezó a sonar muy extraña, y entre estos desperdigos de información y twitter, me acabé enterando que esa acampada ridícula y casi no mencionada, se trataba de un verdadero intento de revolución por parte de una población cansada de las mismas mentiras, manipulaciones y tonterías de siempre por parte de los políticos. Y sinceramente, sentí la mayor alegría que en mucho tiempo he sentido: vi que la gente se estaba movilizando, que no tenía miedo, que no están conformes con algo y que todavía creen que pueden cambiarlo. Por una vez en bastante tiempo, sentí que no estaba sola delante de la indignación que me produce ver cada día las mentiras de los políticos que gobiernan esta España pseudodemocrática.
El jueves llegó, y con él, la portada del
Washington Post con una foto gigante de la concentración en Sol. Cuando lo vi, a parte de alegrarme mucho sólo me pudo venir un pensamiento a la cabeza: ahora si que los tenemos bien cogidos. Después que un periódico internacional con tanta difusión publique esta protesta en su portada, los medios de este país no tendrán más remedio que empezar a mostrar la verdad. Pero evidentemente, no ha sido así: todavía ahora, tengo que oír comentarios de la altura de "si allí sólo hay alcohol y porros" o "lo de Plaça Catalunya son cuatro perroflautas que no tienen más trabajo que ir allí a acampar", aún habiendo experimentado que es todo lo contrario.
Pasé la mayor parte del fin de semana en la Plaça Catalunya, ayudando en lo que podía, asistiendo a los debates y asambleas, conociendo a gente de diferente edad, ciudad y hasta país... Este fin de semana he podido vivir que el pueblo, los ciudadanos, saben que algo va mal, y lo más importante: quieren cambiarlo. Pero el domingo, toda esa esperanza que me había creado, todas esas ganas de querer cambiar lo que está mal... desaparecieron. La derecha volvió a triunfar, y el caso omiso de toda la trupe política hacia las manifestaciones siguió allí.
Después de deprimirme (porque no tiene ningún otro adjetivo mi estado de ánimo del domingo por la noche), se me presentaron diversas dudas y posibles respuestas al panorama actual. La primera duda, clara des de hacía semanas es: ¿Cuál es la razón del triunfo descarado de la derecha catalanista después del anuncio de recortes en aquello más básico para la ciudadanía como es la educación y la salud? ¿Es que a la gente le da igual que sus hijos, en un futuro, no tengan el nivel suficiente de inglés? ¿Es que a la gente le da igual que si algún día tienen que ir a hacerse una radiografía tendrán que no ir a trabajar y recuperar esas horas otro día cuando antes se podía ir por las tardes?
Sólo se me ocurren dos respuestas: la gente es gilipollas o la gente no sabe lo que vota. No sé cuál es la peor.
La siguiente duda es referente, cómo no podía ser de otra manera, a la acampada y a los millones de gente que han ido pasado por ella y han apoyado la iniciativa. ¿Dónde estabais el domingo de las elecciones, malditos? Ha quedado claro que no somos pocos, ¿por qué no habéis reivindicado el derecho por el cual vuestros padres y abuelos lucharon no hace más de 40 años? ¿Por qué no habéis usado la vía por ahora más efectiva para cambiar las cosas?
Aquí se me ocurren alguna que otra respuesta más: la gente fue a votar, pero al votar a partido minoritarios la fuerza se dispersó demasiado, la gente no fue a votar en señal de protesta porque no han acabado de entender que a las fuerzas políticas no les afecta una alta abstención, sino que todavía les favorece ya que sobretodo los grupos de derechas tienen sus adeptos incondicionales y eso provoca que parezca que ganen de una forma más amplia o, por último, realmente no somos tantos los que queremos cambiar el mundo y decidir realmente nuestro futuro.
Podría continuar escribiendo hasta saturar este blog, igual que he autosaturado mi mente durante estos últimos meses y concretamente estos últimos días, pero no creo que sea conveniente. Sólo me queda añadir una sola cosa: creo, desde mi humilde posición de joven de 18 años, que no ha vivido nada y que no sabe nada de la vida, que la gente se ha olvidado de la importancia que representa la política en nuestras vidas. La política lo es todo en nuestras vidas, las rige por completo, y lo que no podemos hacer, es dejarla de banda, sin darle importancia y sin formar parte de ella.

martes, 17 de mayo de 2011

What if it never gets better?

No quisiera ser trágica, ¿pero que pasa si nada mejora? Como siempre, hay que subrayar el hecho que no tengo una vida de mierda ni mucho menos, quiero decir, aceptemos lo, no tengo ninguna enfermedad terminal, ni se me ha muerto nadie cercano, tengo donde vivir y puedo ir a la universidad. ¿Pero qué pasa con esos temas de mi vida que no mejoran?
Seamos más gráficos y representemos mi vida como unos pantalones cortados a los cuales han decidido no hacerle los bajos. Por una banda, los ves y dices oye, pues no están nada mal, le dan un aspecto moderno al asunto, lo que se traduce en lo anteriormente dicho y lo que me repito cada vez que creo que estoy mal: oye, pues no estás tan mal.
Pero con el paso del tiempo, esos pantalones sin los bajos se van deshilachando hasta dejar los bajos llenos de hilitos blancos que se van desprendiendo poco a poco y van haciendo acortando de vez en cuando el pantalón. No es nada traumático, evidentemente te puedes seguir poniendo los pantalones, pero escucha, que no cuesta nada cortar los hilitos para que dejen de danzar y sobretodo, dejar rastro por allí dónde pasas. ¿Cuál es el problema de cortar los hilitos? Que durante una semana están como nuevos pero después vuelven a salir. I tornem-hi.
Total, que sólo nos queda una solución: coser los bajos. El problema es que no sé cual es la traducción de mi bonita (baja modesto que sube Neus) metáfora en la vida real. Está claro que si hubiese manera humana, o si més no, viable de acabar con todos esos hilos de mi vida los cosería con mucho gusto, pero no hay manera. Entonces, ¿qué hay que hacer? ¿Dejar que el pantalón se deshilache del completo? ¿Rezar para que todo se quede en hilitos que iré cortando de vez en cuando?