sábado, 21 de agosto de 2010

Good night blue sky

12.47 a.m : No sé que decirte.
1.15 a.m : Sigo delante de la pantalla sin saber qué hacer.
1.38 a.m : Me pongo a mirar tus fotografias.
1.52 a.m : Pongo nuestro disco.
2.05 a.m : Se me escapa una lágrima.
2.13 a.m : Tengo miedo de que te vayas sin despedirte.
2.39 a.m : Te vas.
2.46 a.m : Me fumo un piti leyendo tus mensajes.
2.50 a.m : Lloro.
3.14 a.m : Intento distraerme viendo una serie ya que no puedo dormir.
3.32 a.m : Vuelvo a llorar.

3.51 a.m : Me fumo otro piti e intento escribirte un mensaje.
3.53 a.m: Soy incapaz.
4.10 a.m : Suena por enésima vez esa canción en mi toca-discos.

4.35 a.m : Voy a buscar un vaso de leche, de esa que no te gusta.
4.36 a.m : Vuelvo a llorar.
5.00 a.m : Me pongo a escribir esto ya que sigo sin poder dormir.
5.01 a.m : Creo que soy una loca neurótica.
5.01 a.m : Que no soy consecuente con mis actos.
5.01 a.m : Y que sigo sin saberme expresar.
5.01 a.m : También me he dado cuenta que soy incapaz de enfadarme contigo.
5.02 a.m : Y que te quiero.
5.02 a.m : Mucho.
5.02 a.m : Mucho.
5.02 a.m : Mucho.
5.02 a.m : (...)

miércoles, 18 de agosto de 2010

París

Quiero ir a París. Cuando llegue allí todavía será verano y podré ponerme mis pantalones de cintura alta, unas manoletinas y cualquier camiseta ceñida. Al salir del avión, con mis gafas de sol negras y alargadas y el pañuelo en el cuello, se me volará el sombrero, pero me dará igual, porque ya estaré en París. Me instalaré en un pequeño apartamento con sólo una ventana que dará a un callejón, por la noche oscuro y tenebroso. Me pasaré el día en el bar que habrá dos calles más abajo y que hará esquina. Llevaré mi bloc de notas y mi pluma negra, pediré un café y estaré todo el día escribiendo poemas de amor y fumando. Llegará el invierno, y con él, correr debajo de la lluvia o la nieve para no mojarme, ya que nunca llevaré paraguas. Conoceré a un pintor y seré su musa. Me pintará día y noche, vestida y desnuda, tumbada y de pie. Me llevará a ver París desde los ojos de un enamorado de su ciudad natal. Haremos el amor bajo la luz de las velas y la luna, y desde la ventana se disipará la Torre Eiffel. Me continuará pintando, continuaremos paseando por las calles nevadas de la ciudad y se pasará horas mirandome mientras escribo. Publicaré un recopilatorio de poemas inspirados en París. Gozaré de un éxito razonable, acompañado de una suma de dinero que me permitirá trasladarme a un apartamento un poco más grande. Mis costumbres no cambiarán durante meses: levantarme, escribir en la ventana de mi habitación, comer, ir al bar de la esquina, pedirme un café y estar toda la tarde escribiendo y fumando, pasear por esa bonita ciudad, hacer el amor con mi pintor y dormir. Un día, me levantaré antes que él. Haré mis maletas y desapareceré de allí, como si nunca hubiese estado. Volveré a casa como si nunca me hubiese ido. Reharé mi vida: dejaré atrás mis poemas de amor, el café por la tarde, el tabaco, los dibujos de mi pintor. Me casaré, tendré un trabajo decente e hijos. Viviré feliz y finalmente moriré, pero sólo yo sabré que he estado en París.

lunes, 2 de agosto de 2010

I lost my friend in an earthquake

Como cualquier sábado de mi vida a las cuatro y media de la tarde, me encontraba en el tren dirección Barcelona para encontrarme con mi amiga. Nos conociamos desde hacia un par de años y cada sábado por la tarde nos encontrabamos en el centro de Barcelona, tomabamos un café y hablabamos sobre todo en general y nada en particular: sobre el sentido de la vida, sobre la existencia humana, la música de los 70 y el cine de Woody Allen.
Ese día, mi amiga llegó tarde, cosa que no solía hacer. Se disculpó alegando su retraso a las pocas ganas de su gato de salir del baño, y como era de suponer, no podía dejar a su pequeño gato Charlie encerrado en el lavabo, ya que podía ahogarse en la taza del váter.
El siguiente sábado, mi amiga apareció con el pelo teñido de negro. Argumentó que su cambio repentino de rubia natural a morena fue causado por la ruptura con su novio de toda la vida, Jorge, quién odiaba a las morenas. Así, según ella, sabiendo que él, aunque la viera, no sentiria ningún tipo de deseo sexual hacia ella, la fase de desesperación y tristeza pasaria más rápido.
Dos sábados después, cuando entramos en el bar de siempre y me disponía a pedir el café con leche de siempre, mi amiga pidió una coca-cola. Intentó convencerme que yo tomara otra y se defendió recordándome que era junio, que ya empezaba a hacer calor y que no apetecia tanto un café con leche caliente.
El mismo viernes, mi amiga me llamó para cancelar nuestra cita de siempre en el sitio de siempre, excusandose, ya que veía como un terremoto se acercaba a su casa y las previsiones anunciaban que no desaparecieria de su zona hasta dentro de tres semanas. Yo, incredúla, pensé que era una excusa para no quedar conmigo porque ya no debia ser interesante para ella.
Hoy, después de un mes, y en lunes, he vuelto a ver a mi amiga. Su pelo estaba encrespado, su ropa medio rota y su mirada se perdía en el horizonte. Un terremoto se ha llevado a mi amiga, no sé si ese viernes o mucho antes, el caso es que creo que no la volveré a recuperar.