miércoles, 18 de agosto de 2010

París

Quiero ir a París. Cuando llegue allí todavía será verano y podré ponerme mis pantalones de cintura alta, unas manoletinas y cualquier camiseta ceñida. Al salir del avión, con mis gafas de sol negras y alargadas y el pañuelo en el cuello, se me volará el sombrero, pero me dará igual, porque ya estaré en París. Me instalaré en un pequeño apartamento con sólo una ventana que dará a un callejón, por la noche oscuro y tenebroso. Me pasaré el día en el bar que habrá dos calles más abajo y que hará esquina. Llevaré mi bloc de notas y mi pluma negra, pediré un café y estaré todo el día escribiendo poemas de amor y fumando. Llegará el invierno, y con él, correr debajo de la lluvia o la nieve para no mojarme, ya que nunca llevaré paraguas. Conoceré a un pintor y seré su musa. Me pintará día y noche, vestida y desnuda, tumbada y de pie. Me llevará a ver París desde los ojos de un enamorado de su ciudad natal. Haremos el amor bajo la luz de las velas y la luna, y desde la ventana se disipará la Torre Eiffel. Me continuará pintando, continuaremos paseando por las calles nevadas de la ciudad y se pasará horas mirandome mientras escribo. Publicaré un recopilatorio de poemas inspirados en París. Gozaré de un éxito razonable, acompañado de una suma de dinero que me permitirá trasladarme a un apartamento un poco más grande. Mis costumbres no cambiarán durante meses: levantarme, escribir en la ventana de mi habitación, comer, ir al bar de la esquina, pedirme un café y estar toda la tarde escribiendo y fumando, pasear por esa bonita ciudad, hacer el amor con mi pintor y dormir. Un día, me levantaré antes que él. Haré mis maletas y desapareceré de allí, como si nunca hubiese estado. Volveré a casa como si nunca me hubiese ido. Reharé mi vida: dejaré atrás mis poemas de amor, el café por la tarde, el tabaco, los dibujos de mi pintor. Me casaré, tendré un trabajo decente e hijos. Viviré feliz y finalmente moriré, pero sólo yo sabré que he estado en París.

No hay comentarios: