jueves, 29 de julio de 2010

Fake Plastic Trees (II)

Después de un par de cubatas y unas cuantas canciones que más que a bailar, nos invitaban a irnos, decidimos salir un rato a tomar el aire, sólo los dos. Fuera no hace mucho frío, era mediados de octubre, y a esa hora, la calle estaba vacía y con pocas luces. Siempre he dicho que Barcelona tiene algo especial, sobretodo de noche, igual que él. Nos quedamos en silencio, no sé si diez minutos o diez segundos, sólo se que en áquel momento vimos nuestra anterior vida en común: entendimos que era la felicidad, e igual que vimos nuestra vida anterior, vimos como ésta desaparecia. Mejor dicho, vimos como nosotras la habiamos destruído, como nos habiamos autodestruído. Cuando volvimos al mundo real, no hizo falta decir nada. Simplemente nos cogimos de la mano, entramos a coger las cosas, a despedirnos de David y de los amigos con los cuales habia venido y fuimos para casa. Aquella noche me di cuenta de lo que queria decir estar enamorado y entendí que un felices para siempre es posible. Aquella noche me di cuenta de lo que implicaba querer a una persona y de la fuerza que esto suponia: que tus propios miedos, que el egoismo, en resumen, todo aquello por el que al fin y al cabo nos movemos todos los seres humanos, habian sido vencidos y aplastados no por otra persona, sino por mi misma, por volver a tener aquello que, porque no decirlo, me hace vivir. No se trata de ser o no cursi, de ser o no ser hombre o mujer. Se trata de amar, ser amado y haber encontrado a ese alguien. Aún así, no creo que pueda acabar diciendo que vivimos felices y comimos perdices, porque todavía nos queda mucho que recorrer y seguro que no será facil. Lo único que sé es que en este momento es todo lo que tengo y lo que necesito para ser feliz.
No sé si somos un árbol de plástico, pero lo que si puedo asegurar es que aunque seamos de mentira, somos el árbol más bonito del bosque.

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