viernes, 13 de marzo de 2009

Indignaciones adolescentes, parte I: Sobrevalorado

Sobrevaloramos el físico de los famosos. Sobrevaloramos el maquillaje. Sobrevaloramos los médicos, sobrevaloramos el efecto de los medicamentos, sobrevaloramos las enfermedades mentales, sobrevaloramos al hombre del tiempo, sobrevaloramos sus predicciones, sobrevaloramos el verano. Sobrevaloramos las vacaciones, sobrevaloramos los fines de semana, sobrevaloramos los chistes malos. Sobrevaloramos internet. Sobrevaloramos la ropa, sobrevaloramos las joias, sobrevaloramos ir de compras, sobrevaloramos el dinero. Sobrevaloramos el dormir, sobrevaloramos el descansar, sobrevaloramos las palabras vacías, sobrevaloramos las conversaciones estúpidas, sobrevaloramos las relaciones sentimentales, sobrevaloramos los besos, sobrevaloramos los abrazos, sobrevaloramos el sexo. Sobrevaloramos el alcohol, sobrevaloramos el tabaco, sobrevaloramos las drogas. Sobrevaloramos la mala música, sobrevaloramos nuestras aficiones, sobrevaloramos las series americanas, sobrevaloramos las revistas. Nos sobrevaloramos.
Quizás sobrevaloramos lo objetivamente insobrevalorable, o bien infravaloramos aquello que realmente se podría sobrevalorar. Quizás, simplemente, tenemos la necesidad de sobrevalorar las cosas para tapar inconscientemente todo aquello que molesta, y para hacerlo nos aferramos a substancias vacías o aparentemente satisfactiorias.

A lo que nunca podré encontrar una posible respuesta o intento de introducción de una de ellas es a la infravaloración de Shubert.

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